La semántica importa: Lavagna y los buitres

Adjuntamos la segunda presentación de «La semántica importa», realizadas por Claudio Lozano y Tomás Raffo.

«El mecanismo que utilizaremos en estos ejercicios, se basa en la combinación del análisis semántico con algunos principios de la técnica de la asociación que enseña el psicoanálisis, utilizándolo -obviamente- de manera distorsionada, con fines distintos a los de aquella disciplina. Pretendemos aportar elementos que contribuyan a comprender la realidad vigente,  desde un ejercicio que también apela al humor», explican los autores.

“TAPARSE LA NARIZ Y SEGUIR PARA ADELANTE”

A modo de Introducción

“El pez por la boca muere». Es un refrán popular del que nos queremos hacer eco para, aventurarnos en un análisis semántico de esas frases que, siendo rutilantes, no impiden iluminar algún rasgo relevante de la coyuntura política que atravesamos. Se trata de un ejercicio de lectura e interpretación a facturarse a nuestra costa, más allá de la intención del decir de los personajes a los que les cabe la responsabilidad de sus dichos y no de su interpretación. El mecanismo que utilizaremos se basa en la combinación del análisis semántico con algunos principios de la técnica de la asociación que enseña el psicoanálisis, utilizándolo -obviamente- de manera distorsionada, con fines distintos a los de aquella disciplina. Pretendemos aportar elementos que contribuyan a comprender la realidad vigente,  desde un ejercicio que también apela al humor

De muladares,  avestruces y buitres

“No me gusta el acuerdo, es caro, pero bueno… hay que taparse la nariz y seguir para adelante, no?”. Esa fue la frase textual que enunció Marco Lavagna, flamante Diputado Nacional por el Frente Renovador, en ocasión de una entrevista en que le preguntaron su postura respecto al Acuerdo con los Holdouts, no tan lejanamente llamados “Fondos Buitres”, en el que su fuerza aprobó el dictamen de mayoría con algunas modificaciones cosméticas. Nuestro ejercicio entonces será agarrarnos de dicha frase para extraer de ella algún rasgo significativo de la misma que diga más de lo que quiso decir el diputado pero que no sea arbitraria sino que se desprenda de la lógica sobre la que ella se enuncia.

Aventurémonos a ello entonces, ¿de qué, sino de lo nauseabundo y podrido, se debe uno taparse la nariz?, ¿qué, sino –con perdón del término pero no debemos retroceder frente a la metáfora- la mierda, desprende dicho olor? Aquí está entonces el primer aporte del dicho del diputado del Frente Renovador. El acuerdo con los bonistas es nauseabundo y podrido, tiene mal olor porque es una mierda. Toda una definición política y económica del acuerdo, oculta bajo la metáfora del “taparse la nariz”. Ya no se trata de afirmar que  el Acuerdo  es caro o costoso como da a entender la primera parte de la frase. Vemos como es la segunda parte de la misma la que le da su significación. Lo que no le gusta del acuerdo al diputado, no es un tema monetario, sino un tema de podredumbre. De golpe, hemos atravesado del mundo de las finanzas y los buitres al mundo del muladar (donde se acumulan los excrementos de la sociedad), una conexión se ha establecido entre ambos a partir de la metáfora de Lavagna en el que vislumbramos, buitres merodeando el muladar.

Ahora bien, iluminado el carácter que tiene el acuerdo con los bonistas, resulta también significativa la opción que ejerce nuestro personaje frente a la misma. Como lo señalara Lacan, el hombre se diferencia del animal por “… el extraordinario  embarazo que le produce, -¿cómo llamarlo, Dios mío, de la manera más simple?- la evacuación de la mierda”. Se sabe que hay diversas formas de tratamiento. No todas las civilizaciones tuvieron el problema del gran muladar que tienen nuestras sociedades, pero es cierto, que aun en este marco caben distintas posibilidades de tratamiento de residuos. Interesa ver la opción Lavagna, quien frente a la mierda, opta por taparse la nariz. Queremos interrogar esta actitud. ¿qué nos revela la misma sino el hecho de pretender hacer de cuenta que la mierda no existe, anulando sus efectos por el mero hecho de impedir la aspiración de su aroma pestilente?. Actitud que recuerda “la política del avestruz” magistralmente reseñada también por Lacan en la que el animal se creería revestido de invisibilidad por tener la cabeza hundida en la arena, sin darse cuenta que es presa fácil para cualquiera que quiera desplumarle el trasero. Parafraseando esta metáfora, podría decirse que el Diputado Lavagna se creería limpio y puro por taparse la nariz frente al desecho que supone el Acuerdo con los Buitres, sin percatarse que por mucho que lo haga, está impregnado de su olor por haber convalidado dicho acuerdo. Se tapa la nariz cuando se siente el olor, y este se siente cuando ya ha penetrado en el cuerpo. Hemos conformado un cuento, donde la trama se teje en la tensión que emerge, en la escena del avestruz que de pronto aparece en el muladar y se enfrenta a la figura amenazante del buitre. Hundir la cabeza en el estiércol aun tapándose la nariz, no impide que el buitre la desplume y menos aún no evita que quede embarrada de estiércol al momento de sacar la cabeza y pretender seguir adelante. Es esta actitud del avestruz, la que en analogía con el Acuerdo firmado, traslada el carácter de excremento del acuerdo no sólo a quienes lo propusieron sino también a aquellos que lo acompañan con su voto.

Queremos ampliar la dimensión del rasgo que extrajimos del dicho del Diputado Lavagna. En esta lectura, ya no se trata solo del Acuerdo ni del propio Diputado, sino que queremos involucrar a su fuerza política en particular y al sistema político en general. En efecto, frente al desecho que supone el acuerdo, en lugar de rechazarlo, que es también una opción, auditarlo y revisarlo (siguen las opciones), proponer un alternativa de diferimiento de pagos (se amontonan ya las opciones) se convalida el pestilente acuerdo del Gobierno. Entonces el estiércol ya no define al acuerdo solamente y del cual emana un olor, sino que es una característica que define en este punto particular a la propia  fuerza política del Diputado Lavagna (el Frente Renovador)  y también de buena parte del sistema político que lo acompaña (UCR, PJ Disidente, etc). Entramos así, con este rasgo, en el peligroso terreno del cuestionamiento a la política, cuestionamiento que en la historia reciente de nuestro país hizo posible “el que se vayan todos” del 2001  el cual se nutría en parte de la idea reaccionaria de que “la política / los políticos son una mierda”.

La pretensión de seguir adelante, última parte de la frase de Lavagna, es una apuesta a que nada de lo anterior ocurra, es decir, es una apuesta al mantenimiento del sistema político tal cual hoy opera, sin cambios bruscos como los del 2001. Es una apuesta que permite la tranquilidad de nuestro personaje, solo amenazada fugazmente por su dubitativo final, en el que inserta un ambiguo “no?” donde como de un plumazo aparece un hueco por donde conmover / subvertir lo dicho, en particular, la política del avestruz.