Informe sobre la Ejecución Presupuestaria de 2018, elaborado por Mariana Rivolta y Claudio Lozano.
La búsqueda del déficit cero en un contexto de recesión y endeudamiento pone a la Argentina en la lógica del ajuste perpetuo. Así, como la recesión desploma la recaudación (esta cae en términos reales un 16%), para reducir el déficit el gasto debe caer más aún (se reduce así en casi un 20% en términos reales). Sin embargo, esta reducción se opera solo en el gasto primario ya que el gasto total sube por el aumento del 70% en los servicios de la deuda. Servicios que al afrontarse con nueva deuda, incrementan el capital adeudado y los compromisos por intereses futuros. De este modo, en el marco de la caída de la recaudación pese a que el gasto primario se reduce un 20%, el gasto total influido por la deuda cae menos (el 14%). Así, el déficit primario es prácticamente el mismo que se había presupuestado, mientras el financiero es 1,2 veces más el déficit financiero anual previsto.
Cual un perro que se muerde la cola, el ajuste sobre el gasto en el contexto de caída de la recaudación y el endeudamiento no logra evitar que siga creciendo el déficit financiero del Estado Argentino. Al impacto negativo que lo expuesto tiene en la actividad económica global (profundiza la recesión) debe agregarse el carácter regresivo que exhibe el ajuste fiscal por el lado de los ingresos y de los gastos.
En materia de ingresos, la caída de la recaudación es mucho mayor en los impuestos más progresivos (bienes personales (-57%) y ganancias (-30,9%)) profundizando la injusticia tributaria del ya injusto sistema impositivo argentino. Por el lado del gasto, el aumento en el pago de intereses por Deuda es acompañado por la caída del 21% en las remuneraciones, del 14% en las prestaciones de la Seguridad Social y del 40% en la inversión. En suma, un esfuerzo que paga la mayor parte de la sociedad para no resolver absolutamente nada. Pese al ajuste, el déficit financiero y el endeudamiento siguen creciendo”.