Informe elaborado por Ignacio López Mieres y Claudio Lozano del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPYPP), que coordina Ana Rameri.
Para Lozano, «el principal problema que atraviesa el debate actual sobre la fórmula de movilidad es que se pretende reducir en la discusión de ésta la resolución del conjunto de limitaciones estructurales con las que carga el sistema previsional, cuando la movilidad debería ser, en todo caso, la conclusión de un proceso de transformaciones que el sistema de jubilaciones y pensiones necesita y que nunca se discuten en profundidad.Tal omisión en el debate conduce a que los parámetros que componen la fórmula (salarios y financiamiento) hacen abstracción de la situación de crisis sistémica que atraviesa la previsión social como resultado de la reestructuración neoliberal vivida por la Argentina desde 1976 hasta aquí. Reestructuración que, en el marco de una brutal desindustrialización y de una redistribución regresiva de los ingresos, precarizó al extremo el mundo laboral y destrozó las bases estructurales del sistema de reparto y del tantas veces mencionado 82% móvil. Es decir, sobresalen dos ángulos fundamentales que están ausentes en la discusión dominante pero que insistimos primordial abordar:
a) La fórmula de movilidad incluye la relación con los salarios, pero hace abstracción de que esa relación está rota. El haber medio representa entre el 45% y el 55% del salario medio de los trabajadores formales mientras el haber mínimo sólo cubre el 36% de la canasta para un jubilado/a. El retraso de los ingresos que actualmente paga el sistema previsional requiere de un refuerzo inmediato de manera tal que establezca una relación razonable con los salarios y las necesidades básicas de la población adulta mayor.
b) La fórmula de movilidad incluye el financiamiento como componente y tope de los futuros aumentos jubilatorios. El desfinanciamiento del sistema previsional responde a razones estructurales que deben resolverse en el marco de una reforma previsional profunda y progresiva, en la cual, la restitución de las contribuciones a las grandes firmas constituye una clave importante. De lo contrario, ponerle como tope a la evolución de la movilidad, la evolución del desfinanciamiento no puede sino mantener el deterioro de los haberes.
La movilidad jubilatoria no debe resolver ni el nivel del haber, ni tiene como función cuidar las cuentas fiscales. Discutir la movilidad jubilatoria, que no implica otra cosa que el sostenimiento del valor de los haberes en el tiempo, sólo tiene sentido una vez que se resuelvan los arreglos necesarios para que, por un lado, los haberes tengan una relación razonable respecto a los salarios, y por el otro, asegurar un financiamiento que sostenga definitivamente esa relación.»