Para Lozano, el año 2021, sin lugar a duda, fue un período de acelerada recomposición en términos de actividad económica producto del rebote generado por la liberación de las restricciones que venían asociadas con la pandemia del Covid-19.
El crecimiento económico verificado, permitió en la mayor parte de los sectores recuperar los niveles prepandemia con excepción de algunas pocas ramas. Sin embargo, la recomposición del empleo formal no tuvo el mismo dinamismo y menos aún en lo que respecta al sector privado que demuestra serias dificultades para reponer los puestos de trabajo perdidos.
Es evidente, por lo tanto, que la productividad ha crecido más rápidamente que los salarios, cuestión que se refleja en la constatación de un patrón distributivo de mayor regresividad y abre interrogantes sobre cuál ha sido el avance de la concentración en los distintos mercados. El rasgo central es que se sostuvo prácticamente el mismo nivel de pobreza a pesar de la mayor nivel de actividad.
El favorable contexto internacional de precios de las commodities que exportamos colaboró para generar una excedente comercial en divisas de magnitud que tuvo como principal destino pago de intereses, contener la brecha cambiaria y alimentar la fuga por la vía del “desendeudamiento” del sector privado.
Lo anterior, sumado a la reducción a la mitad del déficit primario junto con la contracción de la emisión monetaria en términos reales dan cuenta que el año 2021 fue el período de demostración del ajuste hecho en nombre del Fondo, sin que exista acuerdo con el Fondo.
El ajuste inflacionario y fiscal durante el 2021 y la consolidación de un patrón de mayor desigualdad, fue también el escenario que explicó la derrota electoral del Frente de Todos.